V. Oremus pro Pontifice nostro (N.) FRANCISCUM
R. Dominus conservet eum, et vivificet eum, et beatum faciat eum in terra, et non tradat eum in animam inimicorum eius.
Pater Noster, Ave María, Gloria
Deus, omnium fidelium pastor et rector, famulum tuum (N.), quem pastorem Ecclesiae tuae praeesse voluisti, propitius respice: da ei, quaesumus, verbo et exemplo, quibus praeest, proficere: ut ad vitam, una cum grege sibi credito, perveniat sempiternam. Per Christum, Dominum nostrum. Amen.
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V. Oremos por nuestro pontífice Francisco
R/ El Señor lo conserve y lo guarde, y le dé larga vida, y lo haga dichoso (bendecido) en la tierra, y no lo entregue en manos de sus enemigos. Amén.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria
Oh Dios, Pastor y Rey de todos tus fieles, mira con misericordia a tu siervo Francisco, a quien has elegido como pastor para presidir tu Iglesia. Concédele, te suplicamos, que su palabra y su ejemplo sirvan para edificación de aquellos a quienes guía; de modo que, junto con el rebaño que le has confiado, pueda alcanzar la vida eterna. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Sobre la Potestad del Romano Pontífice y la Devoción a la Santa Sede Apostólica:
El Romano Pontífice tiene la "potestad sagrada" de enseñar la verdad del Evangelio, administrar los sacramentos y gobernar pastoralmente la Iglesia en nombre y con la autoridad de Cristo, pero esa potestad no incluye en sí misma ningún poder sobre la ley divina, natural o positiva."
(S.S Juan Pablo II, discurso a los Prelados auditores de la Rota Romana, 21 de enero de 2000)
“Tras el concilio Vaticano II se generó la impresión de que el Papa podía hacer cualquier cosa […]su potestad se liga a la tradición de la fe […] La autoridad del Papa NO es ilimitada: está al servicio de la Santa Tradición “.
(Joseph Ratzinger, Introducción al Espíritu de la Liturgia , Ediciones San Pablo, pág. 162.)
"Las prerrogativas de piedad, de doctrina y de celo que os distinguen , y sobre todo la devoción que profesáis a esta Santa Sede Apostólica, nos aseguran que seréis para Nos una eficaz ayuda para mantener intacto el depósito de la Fe, para guardar la disciplina eclesiástica y para resistir a los asaltos encubiertos de que se hace objeto a la Iglesia, no tanto por parte de los enemigos declarados, sino especialmente por sus mismos hijos. Porque si se ha debido a la indomable firmeza de nuestros Padres, a su solícita vigilancia, a su celoso afán y a su delicadeza, diriamos casi virginal, en materia de doctrina el triunfo de la Iglesia sobre todos los peligros y sobre todos los asaltos lanzados contra ella en el curso de los siglos, tal vez en ningún tiempo fue tan necesario vigilar este sagrado depósito para que se mantenga su integridad y pureza. Estamos, desgraciadamente, en un tiempo en que con mucha facilidad se reciben con simpatía y se adoptan ciertas ideas de conciliación de la Fe con el espíritu moderno, ideas que llevan mucho más lejos de lo que se piensa, no solamente al debilitamiento, sino a la pérdida total de la Fe. "
(San Pío X. IL GRAVE DOLORE. Mayo 27 de 1914).